domingo, 9 de junio de 2013

DOMINGO


Tal vez porque al despertar
el sol traspasa a tientas la ventana
y la vida parece
una triste canción de Damien Rice.

Tal vez porque me tiembla el pulso,
la voz, el alma y la mirada
y ni siquiera el silencio
consigue calmarme las migrañas.

Tal vez porque la soledad
se presenta como un desierto 
en mitad de la selva:
insoportable chirriar de aves furtivas.

O quizás, simplemente,
porque en estas tardes de Domingo
los helados con sabor a tus labios
no se pueden comprar
con lo poco que me queda en los bolsillos.

Tal vez por todas estas cosas
y, probablemente, 
por muchas más que se me olvidan
los Domingos son tan Domingos.

Y tal vez, sin darnos cuenta,
estos días grises se emborronan
-como tinta china en el calendario-
cuando tú no estás conmigo.

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